miércoles, 24 de febrero de 2016

Marine paradise.










Eva emerge desnuda del corazón del mar en una fuga roja de romances.

Eva descarga su decálogo de vida en mis ojos
y sobrevuela libre mi piel de soledad azul.

La selva de serpientes marinas de su pelo se enreda
en la sed coustoniana de mis dedos de oceanógrafo.

Bancos de peces blancos milagrosos migran
desde su garganta hacia el atlántico ciego de mi boca.

Eva me entrega en un temblor biosónico sus agallas maduras de mujer-pez
para que explore sin bombona de oxígeno
sus abismos oceánicos ocultos al resto de los hombres,
la frágil oscuridad de su pozo-imaginarium de los deseos,
la humedad necesaria en sus jardines del delirio,

su edén,

el paraíso.